Microtragedias cíclicas

Es chungo. No todo el mundo lo vive así, por lo que tal vez no entendáis mi perspectiva. Al fin y al cabo cada uno tiene unas características determinadas y reacciona de distinto modo ante las pérdidas de este tipo. Tal vez peque de ilusa. Quién sabe. Es curioso: yo que me creía máquina al 100% y al final va a ser que hasta tengo sentimientos. Arale touché, manda carallo.
Una relación puede acabar de muchas maneras. En algunos casos van apareciendo subrepticiamente pequeñas fisuras que pasan desapercibidas. Si hay suerte y voluntad, se pueden ir reparando pero, en general, esas inofensivas grietas son las que terminan por debilitar los vínculos hasta el punto de que mandarlo todo a la mierda sea cuestión de que las tiranteces alcancen un nivel determinado insostenibilidad. Y después, si te he visto no me acuerdo.
A veces todo termina por puro desgaste. El uso y abuso, el volcarse con demasiada intensidad o tal vez la falta de atenciones hacen que esos lazos tan laboriosamente entretejidos se vayan al garete. Pero para mi, las peores, sin duda alguna, son las rupturas abruptas, repentinas, inesperadas. Las que te pillan con la guardia baja. Confiada. Dando por hecho que estaría contigo. Tragándote la patraña de que esta vez iba para largo. Que iba a durar. Que éste no era como los demás, que era de buena fibra. Que pese a las dudas y roces iniciales ya os habiáis adaptado perfectamente el uno al otro. Ilusa. Imbécil. Si al menos hubiera percibido el más mínimo síntoma de debilidad podría haber buscado algún tipo de remiendo. Pero no, un movimiento en falso y se acabó. Sin más. Y ahora qué?
No he logrado asumir la pérdida todavía y aún así me recomiendan buscar un sustituto. Como si fuera fácil. Cómo? Dónde? Hace tanto tiempo que casi no recuerdo cómo se hacía. Finalmente, sucumbo a la recomendación y acudo a miles de antros con gente por doquier y música machacona. Menuda mierda. Observo, tanteo, pruebo. Nada. Nada es igual. El Hada Itah me dice con tono condescendiente que comprende mi situación pero que no puedo ser tan exigente, que me tengo que conformar con lo que hay en el mercado. Tal vez tenga razón. Aún así, sigo creyendo que es injusto. Así que desde aquí protesto y, como androide sumergido en un sistema capitalista, reclamo mi derecho a comprarme un maldito pantalón que no esté fabricado para lucir mi colección de bragas cada vez que me siento, que sea de una talla que se corresponda con el número de la etiqueta, que no tenga purpurina, ni brillantitos, ni bordaditos, ni volantitos, ni conaditas varias, que no sea de pitillo, ni de raya, ni de elefante, ni de safari, sino que sea simplemente pan-ta-lón y a poder ser que no se rompa tras llevarlo dos veces. Es mucho pedir?

PD: Sí, efectivamente, mi armario está bajo mínimos tras las muertes consecutivas e inesperadas de dos grandes aliados. Así que si véis a un robot en chandal con cara de pocos amigos no penséis que me ha dado por la vida sana, es que aún no he encontrado nada.